jueves, 28 de noviembre de 2013 By: Jose Vega

Los analgésicos: el principio de un círculo vicioso.







"Los fármacos nunca curan una enfermedad. Simplemente silencian la protesta de la naturaleza y atenúan las señales de peligro que ésta levanta en la vía de la transgresión. Cualquier veneno que entra en el cuerpo pasa cuenta más tarde, aunque palie los síntomas actuales. Puede que el dolor desaparezca, pero el paciente queda en peores condiciones, aunque en ese momento no sea consciente de ello"


Daniel H. Kress, médico



El consumo de analgésicos, a menos que sea absolutamente necesario en condiciones de dolor extremo, es un acto de supresión y destrucción de la inteligencia curativa del organismo. Cuando está enfermo, el cuerpo puede requerir señales de dolor para provocar la respuesta inmunológica apropiada con vistas a eliminar las toxinas de una zona concreta y evitar que el individuo siga causándose daño. El dolor no es una enfermedad y, por tanto no debe ser tratado como tal.
El dolor es la respuesta natural del organismo a la congestión y su posterior deshidratación o malnutrición de las células y los tejidos. Se produce en presencia de material tóxico y a menudo viene acompañado de una infección. En la mayoría de los casos, se produce una señal de dolor cuando una de las hormonas de "primeros auxilios" del cerebro, llamada histamina, se segrega en grandes cantidades y pasa por los nervios del dolor que se hallan cerca de una zona congestionada.

El cuerpo, también emplea las histaminas para rechazar materias extrañas, como partículas víricas o sustancias tóxicas, y para hacer que otras hormonas o sistemas corporales regulen la distribución del agua. Esta última función de la histamina es muy importante, porque cuando se produce una acumulación de toxinas también tiene lugar una escasez aguda de agua (deshidratación). Pero cuando se suprime la señal de dolor, el cuerpo no sabe como enfrentarse a la congestión y el consiguiente incremento de la toxicidad.

Los analgésicos evitan además, que el cuerpo note la progresiva deshidratación celular. Asimismo, con el fin de asimilar los analgésicos, las células del cuerpo necesitan aún mas su preciosa agua. La intensidad del dolor suele aumentar con la concentración de toxinas y materiales como las proteínas sanguíneas atrapadas en el fluído que rodea a las células. Esta sustancia líquida se llama fluido intersticial o tejido conectivo, y es el sistema linfático el encargado de su drenaje. Cuando el sistema linfático se congestiona debido a problemas digestivos u otras razones, las proteínas sanguineas y las toxinas tienen cerrada la vía de escape. Para evitar la inmediata destrucción de las células a causa de esas proteínas y toxinas reactivas y ácidas, el cuerpo las rodea de agua. Esto a su vez produce una mayor obstrucción y evita la adecuada oxigenación de las células. El dolor es el resultado de la falta de oxigeno.

El cuerpo, conoce sin duda ese peligro y actúa en consecuencia. El cerebro produce la cantidad suficiente de analgésicos naturales, esto es, endorfinas (opiáceos endógenos), a fin de controlar el dolor, pero con un grado de intensidad suficiente para provocar una respuesta inmunológica y curativa activa y potente. Por otro lado, los analgésicos sintéticos cortocircuitan la señal del dolor.El cerebro y el sistema inmunológico, sin embargo, necesitan recibir esa señal para poder ocuparse de la zona en peligro. La repentina supresión del dolor es como cortar los cables de la alarma que protege una casa: cuando entre un ladrón en la casa, nadie lo notará.

Lo mas preocupante con respecto a la ingesta de fármacos, como por ejemplo los analgésicos, es que necesitan proteínas de la sangre para que los lleven a su destino. Puesto que esas proteínas están retenidas en los tejidos conectivos de un órgano, esos fármacos también quedan retenidos. Ello causa los graves efectos secundarios y las muertes frecuentes por las que esos medicamentos son bien conocidos. La industria farmacéutica, por supuesto, no quiere que sepamos que tomando esas medicinas estamos jugándonos la vida.

Según el New England Journal of Medicine, "Los medicamentos antiinflamatorios (con o sin receta médica, entre ellos Advil, Motrin, Aleve, Ordus, Aspirina y más de una veintena más) causan, tan solo en Estados Unidos, más de 16.500 muertes y más de 103.000 hospitalizaciones al año" Según un análisis realizado por Associated Press sobre las estadísticas de Administración de Supervisión de Medicamentos, la venta de los conco principales analgésicos aumentó un 90% entre 1997 y 2005.

En un reciente estudio publicado en Annals of Internal Medicine se mostró que los fármacos antiinflamatorios no esteroideos, como la aspirina y el ibuprofeno, incrementan casi un 40% el riesgo de sufrir hipertensión arterial (HTA). Del mismo modo, se descubrió que el uso de paracetamol incrementa hasta un 34% el riesgo de sufrir (HTA).

La siguiente lista refleja soluciones alternativas para paliar el dolor sin interferir en los esfuerzos que hace el cuerpo por curarse a si mismo:

- Boswelia (Boswellia serrata) es una hierba ayurvédica. Alivia el dolor y mejora la movilidad de las personas con artritis. Es también anticancerosa y antitumoral y reduce los niveles de lípidos en sangre.
Dosificación: de 1.200 a 1.500 mg de un extracto normalizado que contiene del 60 al 65% de ácidos boswélicos, dos o tres veces al día.

- Bromelaína, una enzima que se encuentra en el tronco de la piña. Tiene efectos antiinflamatorios.
Dosificación: 500 mg tres veces al día entre las comidas.

- Cayena (Capsicum annuum) en crema. Alivia el dolor al aplicarla en la zona afectada 
Dosificación: de dos a cuatro veces al día.

- Garra del diablo o harpagofito (harpagofitum procumbes) calma los dolores de la rodilla y cadera.
Dosificación: de 1.500 a 2.500 mg de extracto en polvo diariamente, o de 1 a 2 ml de tintura tres veces al día. No recomendado si se sufre cálculos biliares, ácidez de estómago o úlceras.

- Dondiego de noche, grosella y borraja: sus aceites reducen la inflamación de las articulaciones.
Dosificación: hasta 2,8 gr de ácido gamma-linolénico (GLA, en sus siglas en inglés) al día. Conviene evitar los aceites refinados o las margarinas.

- Aceites de pescado: reducen la inflamación de las articulaciones y activan la lubricidad.
Dosificación: al menos 1,8 mg de ácido docosa-hexaenoico (DHA, en sus siglas en inglés), un ácido graso omega-3; y 1,2 mg de ácido eicosapentaenoico (EPA, en sus siglas en inglés), un ácido graso omega-3.

- Jengibre (Zingber officinale) en una infusión preparada con jengibre fresco. Tomar jengibre fresco antes y después de las comidas, o bien 1 o 2 gr de jengibre en cápsulas dos o tres veces al día; o de 1 o 2 ml de tintura, también dos o tres veces diarias.

- Metilsulfonilmetano (MSM, en sus siglas en inglés). Se trata de azufre orgánico que sirve de antiinflamatorio natural.
Dosificación: de 2.000 a 8.000 mg diarios. Empezar con una dosis pequeña e ir aumentándola progresivamente.

- S-adenosilmetionina. Evita la pérdida de agua en el cartílago, manteniendo las articulaciones más flexibles.
Dosificación: de 600 a 1.200 mg al día durante dos meses y continuar con una dosis de mantenimiento de 400 a 800 mg diarios.

Precaución: Si se toma cualquiera de las sustancias citadas, conviene evitar el consumo de fármacos antiinflamatorios no esteroideos, como la aspirina o el ibuprofeno, a fin de evitar reacciones adversas.

Además de estos suplementos, existen, desde luego, otras maneras de aliviar el dolor que quizás el lector desee estudiar. Entre ellas podemos citar los ajustes dietéticos, el ejercicio, la fisioterapia, la gestión del estrés, el tratamiento a base de masajes, la acupuntura, la acupresión y el yoga.

Fragmento de el libro: "Los secretos eternos de la salud"
Andreas Moritz


























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